Pseudemys nelsoni - Imagen de Jesús Ortiz |
Una tortuga de agua pequeña es una cucada y fácil de cuidar incluso para los más pequeños. Una anaconda demuestra que eres muy valiente. Un acuario lleno de peces de colores vivos y formas extrañas puede ser espectacular y símbolo de poder, paciencia y creatividad. Padres y madres se deshacen ante la inmensa felicidad de sus hijos al recibir una mascota como regalo. ¿Cuántos niños y niñas no quisieran ser veterinarios?! Además, el negocio de las mascotas mueve millones de euros en todo el mundo, de manera que también contribuye a la economía y mantiene muchas familias. En fin, las mascotas son absolutamente imprescindibles.
Pero la moneda también tiene otra cara oculta más oscura. Aunque no lo parezca, todas estas especies tan espectaculares o entrañables, sin olvidar sus parásitos y otras especies de flora y fauna acompañantes, no dejan de ser máquinas salvajes de supervivencia modeladas durante millones de años por la selección natural. Esto hace que algunas puedan ser muy agresivas si se liberan a la naturaleza. El principal problema es la ignorancia, como de costumbre.
Aquellos aficionados que abandonan a sus mascotas en la naturaleza deben saber que, en la mayoría de casos, tendrán una muerte cruel por depredación, atropellamiento o inanición o bien serán capturadas por Agentes Rurales o entidades conservacionistas que tendrán que sacrificarlas en contra de su voluntad. En caso contrario, todavía será peor porque su querida mascota será responsable de un desastre ecológico.
La mayoría de los animales que se venden en las tiendas son totalmente inofensivos porque están adaptados a climas muy diferentes y tienen muy pocas opciones de sobrevivir en nuestra región. Pero unas pocas especies no solo pueden adaptarse perfectamente, sino que incluso consiguen ser más competitivas que las especies autóctonas gracias a la ausencia de depredadores y/o a que disponen de mecanismos de supervivencia adaptados a condiciones más duras que las locales. Son algunos ejemplos las tortugas acuáticas americanas, no solo la de orejas rojas, el pez mosquito, el caracol manzana, el pez gato negro, la cotorra de Kramer o el pico de coral común, entre otras.
Cotorra monje (Myiopsitta monachus) - Imagen de Enric Pàmies |
A nivel legal se han hecho muchas mejoras en los últimos años, pero está claro que todavía no es suficiente porque siguen apareciendo nuevas especies exóticas sin parar. Lo más lógico sería demostrar que una especie no tiene potencial de ser nociva antes de su comercialización, mientras que parece que se hace al revés. Incluso unas pocas especies ampliamente conocidas por su carácter invasor continúan a la venta como si se tratara de un vulgar juguete.
Los impactos causados por las especies exóticas invasoras en general pueden ser múltiples y no solo de tipo ambiental sino también socio-económico, de manera que no sólo afectan los ecosistemas naturales sino también la actividad humana y, por tanto, nuestro bienestar y el de las generaciones futuras. Concretamente:
- 1. Afectan nuestra salud, puesto que algunas son hematófagas, como los mosquitos, pueden transmitir enfermedades o son tóxicas.
- 2. Afectan la productividad de los cultivos y los devalúan, ya que algunas especies son competidoras, depredan o alteran las condiciones de los cultivos.
- 3. Dañan infraestructuras y elementos culturales como tuberías, caminos pavimentados, casas abandonadas o edificaciones históricas, porque se desarrollan sobre ellas y las colapsan o provocan movimientos.
- 4. Aumentan el riesgo de inundación, en el caso de árboles y otras plantas de crecimiento rápido que se rompen con facilidad y pueden taponar puentes.
- 5. Afectan los recursos naturales a través de la alteración de procesos biogeoquímicos como, por ejemplo, reducción de la disponibilidad de agua por un aumento de la evapotranspiración o desaparición de la pesca por depredación.
- 6. Desplazan las especies autóctonas a través de la competencia y la depredación.
- 7. Reducen la biodiversidad local y global porque son muy dominantes y desplazan o extinguen especies autóctonas.
Hay quien resta importancia a esta problemática acogiéndose a los principios de la teoría evolutiva y la selección natural e incluso algunos ecologistas tienen dudas porque en la mayoría de casos estos efectos no se pueden demostrar fácilmente a corto plazo o no son significativos y, por contra, resulta inviable combatir estas especies una vez ya se han naturalizado. Además, a un ritmo muy inferior, a lo largo de la historia evolutiva los ecosistemas siempre han estado sometidos a cambios continuos derivados de la aparición y desaparición de especies. Pero lo cierto es que nunca antes se habían producido a este ritmo ni de esta forma tan caótica.
Esto hace que se trate de un problema real con efectos crecientes y cada vez es más difícil de controlar. Está claro, los ecosistemas se adaptarán de una manera u otra a los nuevos colonizadores y nuestro planeta seguirá funcionando mientras los más perjudicados, a parte de las especies condenadas a la extinción, seremos nosotros mismos.
Hoy en día ya existen muchos ejemplos que pagamos de nuestros bolsillos, como la obturación de tuberías por el mejillón cebra, la pérdida de cosechas de arroz por el caracol manzana y el cangrejo de río americano o la desaparición de peces y otros animales autóctonos por el pez mosquito y la perca americana.
En este sentido, la venta indiscriminada de mascotas es uno de los grandes responsables, pero también hay que sumar la jardinería, la agricultura, la pesca y la caza deportiva, el transporte de mercancías, etc.
Tiene que quedar claro que la mayoría de entidades conservacionistas no estamos en contra del negocio de las mascotas. Más bien al contrario, muchos de nosotros tenemos o hemos tenido algún animal exótico en casa. Cuidar un ser vivo es una experiencia única y llena de valores positivos que estimula la curiosidad y la responsabilidad y contribuye a la sensibilización y la concienciación por la conservación de la naturaleza. Lo único que reivindicamos es que la comercialización de mascotas se haga con sentido común, respetando la naturaleza para que las generaciones futuras puedan seguir disfrutandola.
Tortuga de orejas rojas en semi-libertad - Imagen de Enric Pàmies |
Actualmente, no existen soluciones definitivas, pero tanto clientes como vendedores podemos reducir considerablemente el impacto de nuestra afición sobre la naturaleza y nuestro propio futuro. La clave está en la información.
Por ejemplo, algunas medidas que se podrían tomar son:
- 1. Retirar del mercado las especies más problemáticas. En la mayoría de casos, existen alternativas igualmente rentables, mientras que en otros se tienen que encontrar. Estamos hablando de muy pocas especies.
- 2. Intentar sustituir especies exóticas por autóctonas. Este podría ser el caso de las tortugas acuáticas. Las tortugas americanas se podrían substituir por especies autóctonas como el galápago leproso o incluso el galápago europeo, ambas protegidas y la segunda cercana a estar en peligro de extinción. De esta manera, cuando una familia se cansa de tenerlas en casa o se le hace “demasiado” grande, entidades y administraciones se podrían hacer cargo para programas de recuperación. Eso sí, siempre de manera legal y controlada, con chips identificativos y un registro de propietarios.
- 3. En cualquier caso, siempre informar a los compradores sobre la especie que se está adquiriendo, su origen, si puede tener algún impacto negativo y opciones para cuando ya no quiera cuidar más de su mascota.
- 4. Adquirir mascotas legalmente. Nunca “secuestrar” animales salvajes ni comprarlos sin garantías legales. En muchos casos, se trata de animales en peligro que ayudaríamos a extinguir y/o destruir sus hábitats.
En definitiva, animo a cualquiera a adoptar una mascota, aunque sea exótica, pero con responsabilidad y evitando siempre las especies problemáticas.
Dr. Jesús Ortiz
Asociación para la Conservación de los Ecosistemas Naturales